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Real Madrid, me dueles

El fútbol me ha regalado algunas de las mayores alegrías de mi vida, pero también grandes pesares, como el que vivo desde anoche. El fútbol tiene estas cosas.

Lloré en 1992, lloré en 1998 y lloré en 2014. Por alegría o por tristeza, pero si llevas un equipo dentro es difícil que este deporte no te provoque sentimientos extremos.

Ayer no solté una lágrima. Simplemente me quedé petrificado. Reconozco que fallé a los jugadores, como fallamos la mayoría de los estuvimos en el Bernabéu. No sé lo que se vio en televisión, pero lo que ocurrió anoche en el estadio es que a partir de las 22:00, el público, caliente como pocas veces antes del inicio del partido, se quedó helado, patidifuso, fuera de juego. Alguna voz aislada trataba de animar, pero la mayoría no podíamos, era imposible, sabíamos que el equipo no estaba para marcar los dos tantos que hacían falta. Intuíamos que el gol de Morata era una losa demasiado pesada, que ese 1-1 nos ponía de nuevo en la misma situación que habíamos vivido anteriormente: el precipicio de quedar eliminados a la puerta de la final de la Copa de Europa.

Nos daba miedo que volviese a pasar lo mismo. Y pasó.

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Reconozco que esta eliminación duele más por el rival que esperaba en el siguiente partido. No siento envidia del Barcelona porque sé que el Madrid jugará más finales en el futuro; tampoco me consuela pensar que una derrota en Berlín podría haber sido más dolorosa.

Lo que ocurre es que pasan los años y las ocasiones y no sé si tendré oportunidad de vivir una final de Champions League entre el Real Madrid y el Barcelona, el partido soñado y casi definitivo que después de tantas décadas lo teníamos a 33 minutos de distancia. Yo quería jugar y ganar ese partido.

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El fútbol no es solo lo que ocurre en un partido, sino lo que se vive entre dos de ellos. La emoción y los nervios que nos esperaban durante 23 largos días de aquí al 6 de junio son aquellas cosas que ayudan a llevar el día a día con otro aliciente.

Hoy cumple tres años mi hijo y la felicidad que siento por ello es inmensa. Pero ni siquiera eso puede hacer olvidar lo de ayer. Sé que dentro de muchos años, si Mateo es seguidor de corazón de un equipo de fútbol, leerá este texto, lo comprenderá y lo hará suyo.

Real Madrid, me dueles. Real Madrid, hasta el final.

Por Elio

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